valor inmobiliario

Cómo evoluciona la percepción del valor inmobiliario entre generaciones

VOLVER A NOTICIAS

Cómo evoluciona la percepción del valor inmobiliario entre generaciones

El concepto de valor inmobiliario no es estático. Aunque los criterios técnicos de tasación se mantienen relativamente estables, la forma en la que las personas perciben el valor de una vivienda o de un inmueble cambia con el paso del tiempo y entre generaciones. Factores sociales, económicos, culturales y tecnológicos influyen directamente en qué se considera valioso en cada etapa histórica. Comprender esta evolución resulta clave para interpretar el mercado actual y para realizar valoraciones ajustadas a la demanda real.

La tasación profesional debe tener en cuenta estas diferencias generacionales, ya que el valor de mercado no solo responde a características físicas o normativas, sino también a las expectativas y prioridades de quienes demandan los inmuebles.

El valor inmobiliario para generaciones anteriores

Durante décadas, la propiedad inmobiliaria ha sido percibida como un símbolo de estabilidad y seguridad económica. Para generaciones como los baby boomers, la vivienda representaba principalmente un bien patrimonial a largo plazo, asociado a la idea de hogar definitivo, herencia y protección frente a la incertidumbre económica.

En este contexto, los factores que más peso tenían en la percepción del valor eran la superficie, la calidad constructiva, la ubicación consolidada y la cercanía a servicios básicos. La propiedad en sí misma era un objetivo prioritario, incluso por encima de aspectos como la flexibilidad o la eficiencia energética, que apenas se consideraban relevantes en el momento de la compra.

Esta visión influyó durante años en la configuración del mercado inmobiliario y en la forma de entender la inversión en vivienda.

Cambios de paradigma en generaciones intermedias

Con el paso del tiempo, las generaciones intermedias comenzaron a introducir matices en esta percepción. Factores como la movilidad laboral, la aparición de nuevas tipologías de vivienda y el acceso a financiación más compleja modificaron la relación con el inmueble.

Para estos perfiles, el valor de una propiedad ya no se mide únicamente por su tamaño o su durabilidad, sino también por su funcionalidad, su capacidad de adaptación y su ubicación estratégica respecto al trabajo o las comunicaciones. La vivienda empieza a entenderse como un activo que puede cambiar a lo largo de la vida, no necesariamente como un bien para siempre.

Este cambio de mentalidad se refleja en un mayor interés por viviendas bien comunicadas, con espacios versátiles y con un equilibrio entre calidad y precio.

Nuevas generaciones y una visión más flexible del valor

Las generaciones más jóvenes han introducido una ruptura más clara con el modelo tradicional. Para muchos de estos perfiles, el valor inmobiliario se asocia a conceptos como la experiencia, la sostenibilidad o la calidad de vida. Aspectos como la eficiencia energética, el acceso a espacios verdes, la conectividad digital o la proximidad a servicios culturales y de ocio adquieren un protagonismo creciente.

Además, la propiedad deja de ser un objetivo prioritario en sí mismo. El alquiler, la vivienda compartida o los modelos flexibles de uso del espacio ganan peso, lo que influye directamente en la demanda y, por tanto, en el valor de mercado de determinados inmuebles.

Esta evolución obliga a los tasadores a analizar no solo el inmueble, sino también el perfil de demanda al que se dirige y las tendencias sociales que condicionan su atractivo.

Impacto de estas percepciones en la tasación

Aunque la tasación se basa en criterios técnicos objetivos, el valor de mercado refleja inevitablemente las preferencias de los compradores. Un inmueble que no responde a las expectativas de la demanda actual puede ver reducido su valor, aunque sus características constructivas sean correctas.

Por ello, las sociedades de tasación deben integrar en sus análisis variables como la obsolescencia funcional, la adaptación a nuevos estilos de vida o el impacto de la sostenibilidad en la decisión de compra. Entender cómo evolucionan las prioridades generacionales permite ajustar las valoraciones a la realidad del mercado y anticipar cambios en la demanda.

La percepción del valor inmobiliario es el resultado de un equilibrio entre factores técnicos y sociales. A medida que las generaciones cambian, también lo hacen los criterios que definen qué inmuebles son más atractivos y cuáles pierden protagonismo. La tasación profesional tiene la responsabilidad de interpretar estas transformaciones y traducirlas en valoraciones coherentes, que reflejen tanto la realidad física del inmueble como la evolución de la demanda.

Comprender esta evolución es esencial para propietarios, inversores y entidades financieras, ya que permite tomar decisiones más informadas y alineadas con un mercado inmobiliario en constante cambio.